El mejor consejo
sobre la escritura. Lo recibí de Guillermo, cuando le comenté por WhatsApp que
quería escribir una novela para presentarlo a un concurso nacional y no sabía
sobre qué escribir. (Siempre he escrito motivada por la voz de algún
protagonista).Me respondió: “No
tienes por qué esperar a nadie. Escribe sobre ti, sobre lo que sabes, sobre tu
alrededor”.
Mi ser se
desplomó sobre el sillón de color plomo rata. Mientras todavía sujetaba el
celular en la mano. Mi memoria trajo a mi presente, a aquella presencia
masculina que, por tres años, había tratado de deshilachar. La cuál no
comprendía del todo y aunque su actuar, estaba muy relacionado al mundo
artístico. Sabía que mi obsesión por comprender sus movimientos, podía llegar a
su fin, al otorgarle un papel protagónico en una novela. Así, nació Leandro. Cuya
sed, se aplaca considerablemente ante la presencia, la atención y la mirada
femenina.
Observé mi
alrededor, las paredes blancas, sujetan pinturas realizadas por mi hermana. Lo
cierto, es que desde que tengo uso de razón, la pintura siempre me ha
acompañado. Había realizado un curso de autorretrato en Barcelona y jamás, había
contemplado por tantas horas, mi reflejo en el espejo. Reconocí mis facciones,
aprendí sobre el lienzo en blanco, sobre los óleos, conocí el olor del aguarrás
y cada presencia, me supo demasiado familiar. Anahí, es la mujer que nace de mi
experiencia con la pintura, pero sabía que tenía que agregarle un detalle
explosivo.
La locura ha
bordeado mi escritura por muchos años, al ser una ferviente admiradora de
Alejandra Pizarnik y por haberme instalado con facilidad en el descubrimiento del surrealismo. Hace años, escribí algunas frases que iban a darle vida a una
novela sobre la esquizofrenia. Lamentablemente, me robaron la laptop. Perdí el avance de mi tesis universitaria y consigo, aquella novela, en que la tinta
salpicaba incoherencia.
El plus de toda
aquella situación, es que tenía un mes para escribir la novela. Entonces, hice lo
que mejor sé hacer: obsesionarme. No dormí, contaba palabras todo el tiempo y
aunque pude entrar en el ritmo de las palabras con facilidad, cometí muchos
errores. Terminé escribiendo sobre mis miedos y todo lo que he aprendido a mis
treinta y un años, pero había algo que no encajaba. Estaba escribiendo para complacer
y bajo las normas de un concurso. Era como si yo misma, estuviera limitando mi
escritura.
Felizmente y cómo
era de esperar, no gané el concurso. Terminé tan asqueada de las palabras, que dejé la novela de lado. A las semanas, se la envié al escritor y amigo, Enrique Momigliano.
Él siempre ha sido uno de mis referentes en la escritura y mi asombro, cae en
la verdad de sus palabras. Amablemente me envió un video subrayando mis errores
y alentándome, puesto que quedó fascinado por el personaje de Anahí y reconoció con facilidad, el actuar de Leandro.
Al mes, me enteré
que la Editorial Caja Negra, en dónde había publicado “Rebecca”, era una farsa.
Lo curioso, es que fue esa misma Editorial, la que me pidió publicar mi nuevo
libro. Sentí cómo mis palabras se hicieron añicos. Mi anterior trabajo, no
existe. Ha sido un golpe bajo, de esos que no le deseo a nadie. Volví al
insomnio, a corregir mi nuevo libro, con la firmeza, de que publicaré mi novela independientemente y que mis diez años de experiencia, pueden ayudarme.
No sé, cuánto de oscuridad
debe de asomarse para finalmente ver la luz. Ni cuántas puertas tienen que
cerrarse para abrir la correcta. Lo único real, es que escribo y no puedo dejar
de hacerlo.