LA CARICIA

Hacía un calor insoportable, pero no fue eso lo que me despertó. Abrí los ojos en medio de la oscuridad al sentir una caricia en la frente, apenas un roce. Una presión suave, que fue capaz de aumentar mis pulsaciones. Medio dormido pensé que estaba a punto de salir de un mal sueño, pero volvió rápidamente. Lo sentí muchísimo más claro.

La caricia era tierna y a la vez humana. Mi imaginación empezó a volar envuelta en el miedo de que quizás se tratase de alguna sensación fantasma; mi difunta madre o alguna mujer desconocida con dedos largos y fríos. Capaz de estremecer todo mi ser.

Mi cuerpo permanecía quieto, tragué saliva con dificultad y al mantener la respiración, quise ser capaz de escuchar un ruido, un paso, un murmullo que me indicaran que lo que estaba sucediendo podía ser tangible.

Solamente fui capaz de escuchar el bombardeo agitado de mi corazón y de sentir una sudoración exasperante deslizándose sobre todo mi cuerpo.

Me quedé rondando el silencio. Por un momento quise buscar rápidamente las sábanas y cubrir mi cuerpo en busca de refugio, pero tampoco pude. El miedo seguía inmovilizándome y, aquella caricia parecía no querer desaparecer.

Pasaron unos minutos o tal vez horas, y en un acto de valentía, fui capaz de prender la lámpara de mi mesa de noche. La luz fue un golpe en seco.

Levanté la mirada y allí estaba: un almanaque viejo, pegado con cinta scotch en la pared, se había aflojado, y su borde rozaba con suavidad mi frente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario