ESCRIBIR

Alejandra Pizarnik escribió: “Hay demasiados libros, ya todo está escrito, sobre cada cosa, sobre cada
sombra, hay millares de libros.”


Aunque amé el hecho de que su mirada haya permanecido tanto tiempo envuelta en mi escritura, supe que al apartarla; le fue imposible pensar en mí y escarbar en sus pensamientos, si algo de lo que escribí en mis libros, me pertenecía. Trató de atar cabos, recordar nuestras conversaciones y atribuir que mis pensamientos y creencias estaban camufladas en algún protagonista. Cuando me lo preguntó, fue como si mi corazón hubiera sido capaz de hacer un ruido fuerte, romperse, para luego caer al pavimento. Me quedé envuelta en pánico y reflexionando que quizás está mal que escriba drama, que seguro piensa que soy una mujer problemática o que simplemente, no fue capaz de captar la esencia de mi escritura y no haya mayor problema. Aunque muchas veces me formularon aquella pregunta; fue específicamente su duda la que me impactó y simplemente caí en cuenta, que realmente él no me conocía o quizás, era la primera vez que se topaba con un escritor. Solamente atiné a decirle: “No me juzgues, no soy yo.”

PERIÓDICO EL CORREO - 2023

 
¿Cuál fue tu proceso para llegar a escribir? Mi primer acercamiento a la escritura fue a través de la música que escuchaban mis padres, me detenía a comprender las letras de las canciones y con un tanto de curiosidad, iniciaron mis primeros poemas cuando tenía unos ocho años, fue así que me detenía a observar objetos y tratar de describirlo con palabras bonitas. En mi adolescencia la escritura se convirtió en una catarsis, escribía únicamente para mí y porque me hacía sentir bien la sensación que me brindaba terminar de escribir un texto. Al terminar mis estudios secundarios fue cuando realmente me interesé por la lectura, sobre todo por voces femeninas y a mis dieciocho años pude profundizar la escritura; al escribir mi primera novela titulada “Amargo café”.

¿Cómo fue la experiencia escribiendo Rebecca? Fue de muchísimo aprendizaje, comprendí que para escribir es necesario colocarse en un lugar seguro, que la templanza es necesaria para no involucrarse emocionalmente con la historia y para no juzgar las acciones de ningún protagonista; siendo fiel a la historia y al mensaje. Por otro lado, me topé nuevamente con la fuerza y poder de las palabras; uno de los capítulos que me ocasionó un nudo en la garganta; fue narrar la pérdida de una hija a través de la muerte; tuve que regresar una y otra vez a los ojos llorosos de la protagonista y entendí lo afortunada que fui, al poder estar tan cerca de su dolor y sobre todo de su gran fortaleza.

 Tu libro toca temas como la pérdida, ¿Has pasado por esos procesos? ¡Sí! Lo he pasado a través de la muerte de seres queridos, al dejar atrás amistades, personas que quise en algún momento e incluso me he perdido yo misma. Siento que la pérdida nos incumbe a todos y hay que saber afrontarla, hablar sobre ello, ser refugio. También comprender que todo en la vida lleva un proceso, que es necesario interiorizar y aceptar nuestras emociones, que las pérdidas no son derrotas, casi siempre llevan consigo un aprendizaje y que la tristeza o vacío que dejan; no se olvida, pero uno aprende a reconciliarse con ellas y tomarlas de diferente manera.

¿Te inspiras en historias de Camaná para construir tus relatos? No me inspiro en sus historias, pero sí en sus paisajes, por ejemplo, en el primer capítulo de Rebecca titulado “Profundidades” usé como metáfora el mar, en la que dos mujeres se encuentran hundidas en las profundidades y después de batallar contra la corriente y ser arrastrada una y otra vez, vuelve a formarse al igual que las olas para llegar a salvo a la orilla, mientras que Lorena, la observa preguntándose si ella también sería capaz de realizar semejante acto lleno de fuerza y libertad.

¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios? Siempre escribo motivada por las historias de otras personas, me gusta escuchar y ser empática, siento que al final las historias o los protagonistas me encuentran; por eso me gusta pensar que volveré a publicar cuando la vida me presente a un nuevo protagonista, alguien que quiera plasmar su historia y llevar en él un mensaje que valga la pena escribir y, sobre todo, compartir. En definitiva, me cuesta pensar en qué escribiré, simplemente llega el momento.

LORENA

 
Venimos al mundo con la idea del amor sujeto al cordón umbilical, después tomamos a nuestra familia como modelo y en la vida adulta, tejemos experiencias desde la inmadurez hacia el aprendizaje. Si bien elegimos a quién amar, muchas veces la experiencia o lo aprendido puede que haya estado roto y que lleguemos a adquirir actitudes negativas como algo normal. 

¿El amor debe de doler? Es una de las preguntas que se hace una de las protagonistas, quien está hundida en una relación de violencia. Y sé, que cada vez que escuchamos "violencia", somos capaces de señalar con el dedo a la víctima y reprocharle el mantener viva aquella relación. "Rebecca" es un paso al entendimiento de la víctima y el maltratador, el por qué es tan difícil salir de un círculo de maltrato. 

El detonante no suele ser el primer insulto, la primera prohibición o el primer golpe; aquello se toma por designio... sino, la fortaleza para poder reconocer que se está en el lugar equivocado.

Fragmento de "Rebecca":

Las historias que ya no nos pertenecen hay que contarlas con rapidez. Pero ella insistía en decirme que jamás había conocido a un hombre que le brindara tanto amor, que era detallista, que la llenaba de besos y la llamaba a todas horas. Me quedé pensando: ¿Y qué sucede cuando no le contestas? A lo que respondió: Sus palabras son agresivas, me denigra. Es que es inseguro, argumentaba. Nuevamente, nos abordó el silencio y dime algo: ¿Mereces eso?… Lorena era una puerta cerrada, ella era muy inteligente, pero llegó a depender emocionalmente de quien nunca debió conocer. La escuchaba tan enferma, que sentía que, si le decía que un día iba a llegar a matarla, lo tomaría como una muestra de pasión.