Querida Ana:
La ausencia es un espacio de reflexión, he tomado
conciencia de que extraño tu sonrisa y el sin fin de secretos entre nosotras. A
veces no puedo evitar recordarte con tristeza, al recordar tus manos sobre tu
rostro y aquellas lágrimas que, al caer, se convertían en una huida sin retorno.
Te mirabas al espejo sin encontrar ninguna explicación, buscabas en aquel
reflejo un nombre, un signo, una herramienta, que te haga comprender que
estabas sola y que llorabas por sentirte insuficiente, incluso; para ti misma.
El tiempo ha hecho su trabajo, sé que en ti hay un
cambio. Que no temes pedir ayuda y que la soledad ha soltado tu mano. Deseo
poder abrazarte, tenerte cerca y, sobre todo, pedirte perdón; por todas las
veces que te dejé de lado, que te hice sentir pequeña, insignificante y hoy
reconozco que, no fue más que mi miedo a no saber cómo repararte. Y si bien,
fue la ausencia o los años; si pudiera volver el tiempo atrás, me hubiera
quedado en silencio a tu lado, hasta que comprendas, que tus huesos jóvenes, la
inexperiencia y aquella piel tersa estaban equivocadas, ese abrazo que tanto
añorabas, estaba guardado dentro de ti misma.
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