En la calle cuarenta y ocho de los ojos secos las personas hacen su mejor labor, hablan sobre sí mismos. No sé si sea por orgullo, egoísmo o un simple acto de soledad.
Al ingresar al bar, mi mirada se dispersó ante los rostros. Caminé con firmeza hacia la barra porque sabía que ahí me esperaba Alejandro y que su soledad se apagaría con mi compañía.
El ambiente era agradable, sonaba un clásico: “Piece of my heart” de Janis Joplin, pensé que todos en aquel lugar sabían lo dura que podía llegar a ser una mujer. Sobre todo Alejandro.
Cuando apenas coloqué mi mano sobre su hombro, su comisura labial se deslizó ante una agradable sonrisa.
— ¿Y, me darás un pedacito de tu corazón? —dijo burlón.
—No, cariño, tú no mereces romperlo.
Procedí a sentarme a su lado, mientras soltamos una carcajada llena de complicidad y dos vasos de whisky se abrieron ante nuestra presencia. El color mate y el hielo fino me hicieron pensar que necesitaba calmar mi sed con agua helada.
Entonces, él empezó a hablar sobre Clara. Aquella joven que había puesto en jaque su posición de soltero codiciado.
Él amaba su vitalidad, su piel tersa, sus dudas innecesarias y sus reproches trágicos ¡Cuánto le divertía sus escenas!; su ardiente batallar por obtener un protagonismo en su vida y él tan seguro de sí mismo, no la tomaba de la mano y ella tan segura de que todo pasa, muere y se olvida; lo dejó de lado. Soltando aquella mano que solo pudo abrazar con la mirada.
Alejandro se sentía devastado, sin poder comprenderlo. Lo imaginé como a un cazador y a Clara como una presa fácil, pero no era cualquier presa. Era hermosa, inteligente, baila ballet en un teatro y no comprendo, cómo es que pudo dejar de lado sus duros ensayos por tratar de conseguir un protagonismo en su vida.
Al paso de las horas, el hielo terminó por diluirse en mi vaso de whisky y Alejandro me seguía hablando de lo maravillosa que era Clara. Sumergiéndose en el alcohol y en la culpabilidad de no haberle dado el lugar que le correspondía y por mi parte, me quedé sumergida en mis pesares, sin poder decirle cuanto lo quiero, porque alguien así, no merece a nadie.
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