ENTRE SILENCIOS (2024)

 pág. 23
«La única estrella que titila entre nosotros»
Mi madre despertaba súbitamente al filo de la noche y en el centro de su cerebro, unas voces cautivantes se abrían en un cuerpo a cuerpo: «Eres la peor mujer del universo y en tu ser, está impregnado el mayor de los pecados.»
Su mente ya la había traicionado, sus pupilas se dilataban y sus pulsaciones se agitaban como las alas de una gaviota, sobrevolando el inmenso mar. Cuando llegaba la calma, el sueño abandonaba su cuerpo, pues no existe la comodidad del sueño para una mente atormentada. Llevaba la sensación de que su propio cuerpo le fastidiaba. Trataba de rascarse, subía y bajaba sus manos por su cuerpo con rapidez y terminaba por levantarse de la cama. Caminaba descalza y se dirigía a su estudio, donde observaba uno a uno, los enormes lienzos reposando en los caballetes. Abría los óleos para disolverlos en el aguarrás. El olor característico llegaba hasta mi habitación; el silencio y la noche eran su mejor compañía, las mejores musas. Los pinceles bailaban con facilidad entre sus manos, observaba por la gran ventana que daba hacia la calle por algunos segundos, buscando distraer su mirada y volvía al gran lienzo para detenerse, comprender y expresar en aquella tela, todo lo que su ser gritaba.

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