Cuando apenas su mano rozó la puerta, mi agobiante imaginación ya la había convertido en una mosca. Su cuerpo oscuro
y sus ojos verdosos son demasiados sucios - pensé.
Irrumpió mi silencio con un
zumbido que hizo que me den ganas de ahogarla en su propia sangre.
Se paró en frente de mí, provocándome y traté de observarla muy de cerca, buscando una similitud o una diferencia que amparen mi imaginación.
Frotó sus patas con maldad antes de alzar vuelo; voló muy cerca de mí, así que busqué desesperadamente un
objeto que me sirva de defensa, tomé un libro y no la vi más, se escondió, fue
como si hubiera presenciado mis intenciones.
Respiré silenciosamente y su zumbido, la delató; di unos cuantos pasos bruscos y me detuve, guardando silencio y nuevamente reposó en el escritorio, como en mis
manos tenía el libro, hice lo que sé hacer mejor; cinco golpes con total
locura, su ser estalló, la sangre se esparció en toda la tapa del libro, me
sentí tan feliz, tan eufórica, con una sonrisa de oreja a oreja, pues, había
ganado; pero nuevamente la puerta se abrió e ingresó una enfermera, entonces hice lo propio; sujeté el libro y empecé a golpearla, ¿cuándo tenía que
detenerme? Cuando su ser estallara.
un aire a Kafka sobrevuela tu prosa, con un Poe entrometido que contribuye a regalarnos una escena de Alejandra. Felicitaciones!!!
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